
Las niñeces existen ahora
Escrito por Yhislaine Pavez Manzzo, Estudiante Pedagogía en Educación Parvularia, Universidad de Chile, Educadora popular en Escuela Libre Valle Verde, Maipú, Red La Otra Educación. Investigadora en formación Núcleo Grietas, FACSO, Universidad de Chile.
El protagonismo infantil es un tema que ha estado en boga desde hace unos años atrás en Latinoamérica y el mundo. En la siguiente columna, analizaré el primer capítulo del libro Niñez en movimiento, del adultocentrismo a la emancipación, de los autores Santiago Morales y Gabriela Magistris, capítulo titulado Hacía un paradigma otro: niñxs como sujetxs políticxs co-protagonistas de la transformación social, de los mismos autores. El texto comienza analizando la Convención sobre los derechos del niño de 1989, que sin desmerecer lo que este hito significó como hecho histórico y ético al establecer la concepción social de las niñeces, no hizo más que institucionalizar los derechos de la infancia otorgados, discutidos, revisados y protagonizados por adultes[i]. De esta forma, nos acercamos a identificar el concepto de adultocentrismo, que al igual que el género, la raza y la posición en la estructura económica, es un concepto que permea las estructuras sociales concretando la edad como forma de opresión. Les autores lo definen como; una estructura socio-política y económica, donde el control lo toman y ejercen les adultes, mientras que la niñez, adolescencia y juventud son sometidas a un lugar subordinado y de opresión (Morales y Magistris, 2019, p. 25). Es necesario recalcar que no es que se desconozcan las diferencias biológicas que existen entre niñes y adultes, sino que no se puede establecer un espacio de control, violencia y opresión en base al componente etario.
Desde la perspectiva de comprensión de la niñez en la cultura occidental, que fuimos obligades a adoptar por los procesos de colonización, las niñeces y adolescencias ocupan una posición marginal que les obliga a asumir la violencia, tanto de tipo familiar, como institucional y estructural. Bajo los estándares de la racionalidad, las niñeces son sólo objetos en vez de sujetos de derecho. No tienen ninguna capacidad política por sobre sus cuestiones y problemáticas, no tienen voz, o bien parcialmente, pues pueden opinar sobre determinados temas definidos por la institucionalidad, pero no tienen la decisión sobre su quehacer. Lo anterior, hace que les niñes entren en un proceso de desotredad, es decir, se les anula como otro, existen sólo en tanto otro les da la posibilidad de hacerlo y ese otro necesariamente debe ser un adulte. Comprendiendo lo señalado, creo, siento y pienso que se hace necesario detenerse en las violencias estructurales que sufren les niñes en tanto seres, que habitan cuerpos pequeños, que ocupan un tiempo histórico, un territorio. Como fue señalado anteriormente, la racionalidad que caracteriza nuestra cultura nos señala que las niñeces no son capaces de establecer algún grado de razón hasta cuando se hacen adultes. Es por esto que la niñez es un proceso para constituirse en un humano, es decir, son proto-humanos, una esperanza de humano. Esto quiere decir que no habitan su ser en cuanto niñes, en el aquí y el ahora, sino más bien en lo que podrían llegar a convertirse una vez adultes. Aquí radica la cuestión fundamental de la presente columna; les niñes habitan el mundo en cuanto niñes. Elles existen como tal y es así como debemos tratarles y respetarles. Todas las sociedades tienen niñes, no hay ninguna posibilidad de escape, pero ¿por qué en algunas, como la nuestra, las niñeces son consideradas inferiores? Para acercarse a una respuesta propongo que se establece su génesis en las profundas estructuras del sistema capitalista y su hegemonía, que busca la opresión de la clase trabajadora con el afán de poder extraer de ellos su fuerza de trabajo para así constituir y expropiar la riqueza producida por el trabajo y mantener sus privilegios a través del proceso de alienación, una forma de dominación de la conciencia y ejercicio de la represión. En este caso, aunque sea invisibilizado, les niñes trabajan, tanto como para obtención de dinero y poder mantener su supervivencia, o bien, como la niñez eurocéntrica, colonial y hegemónica podría establecer, se preparan para convertirse en futuros trabajadores, productores de riquezas y mercancías. Desde una perspectiva crítica, lo anterior nos invita a reflexionar acerca de la autonomía, de la capacidad creadora, potenciadora y co-protagonista de niñeces y adulteces, la cual debe ponerse al servicio de crear un paradigma distinto, en donde se pueda pensar una sociedad distinta, un mundo diferente. Pero para eso, es menester fomentar niñeces distintas, que sean protagonistas de su historia, que conquisten derechos políticos, económicos y sociales, que se les permita ocupar espacios democráticamente, que dejen de ser vistos como inferiores y que les adultes podamos establecer relaciones simétricas, sin poder de por medio que responda a criterios de edad. Desde mi posición como educadora popular y en formación profesional, es necesario revisar el paradigma y poner en práctica el co-protagonismo de la niñez, espontáneo y organizado, como señala Manfred Liebel. Por lo anterior, se debe reformular la manera en la que nos relacionamos con les niñes, fomentar la participación y ubicarles como actores sociales y políticos, pero no de un modo adulto, sino uno que sea creado y manifestado por elles mismes. Por supuesto que también es necesario ceder espacios de poder que nos ha otorgado ser adultes para que las niñeces puedan ocupar un lugar de forma democrática en la sociedad. Para esto, como señala Duarte, es necesario fomentar la creación de espacios de diálogo intergeneracional, validando la experiencia de todes, lo que desde una perspectiva feminista pueda propiciar la recuperación de la equivalencia de roles. Es por lo anterior que este nuevo paradigma debe pensarse y realizarse como emancipador “y que problematice sobre la pertinencia de crear modos alternativos de producción y reproducción de la vida sin excluir a las nuevas generaciones” (Morales y Magistris, 2019 p 44) que signifique para les niñes una nueva posición en la estructura social, que les permita hacer valer sus intereses y necesidades.
Para finalizar, me parece importante relevar experiencias mundiales, latinoamericanas y chilenas, en que se cuestionan las formas establecidas y se busca relevar el co-protagonismo de las niñeces. Desde los tiempos de Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar también y José Martí en nuestra América, Francisco Ferrer, Celestine Freinet, Nadezhda Krúpskaya y Anton Makarenko en Europa, y más contemporáneamente encontramos a Alejandro Cussianovich, Manfred Liebel y los autores del texto comentado, Santiago Morales y Gabriela Magistris. También existen movimientos sociales como el Movimiento de adolescentes y niños trabajadores hijos de obreros cristianos (MANTHOC) en Perú, el Movimiento Nacional de Meninos y Meninas de Rua (MNMMR) en Brasil y el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo (MNCP) en Argentina. En Chile, también existen experiencias como la Escuela Pública Comunitaria (EPC) y la Red de Escuelas Libres de La Otra Educación, como la Escuela Libre Valle Verde, en Maipú, de la cual soy educadora y tantos otros proyectos en los cuales se trabaja de forma horizontal por el fin de la opresión generacional.
Bibliografía.
Duarte, C. (16 de enero de 2025). Construir sociedad a través del diálogo intergeneracional. Congreso Futuro, Santiago de Chile.
Liebel, M. (1/4/2024). Paternalismo, participación y protagonismo infantil. La Otra Educación. https://laotraeducacion.cl/paternalismo-participacion-y-protagonismo-infantil/ Morales, S., y Magistris, G. (2019). Hacia un paradigma otro: niñxs como sujetxs políticxs co-protagonistas de la transformación social. En S. Morales y G.