Image 67211521

El juego infantil en la adultez: Adultxs antiadultistas para el co-protagonismo de la niñez

Infancia en la niñez, sí;
infancia durante toda la vida, también;
La infancia de la humanidad…
Skliar y Brailovsky

Por Valeria Antezana Bosques

Llevar la infancia a los textos sobre la niñez


Este ensayo se ha escrito de noche y durante los días de descanso. Las jornadas laborales largas, las canciones de Canticuénticos de fondo, el quehacer dentro de las organizaciones de la sociedad civil, los días de juego y baile con los sobrinos, la apuesta antiadultista, los recuerdos en La Paz cuando era niña y la oportunidad, el nervio y la emoción de escribir por vez primera un texto sobre la niñez, han sido parte de este escrito. Comenzar diciendo esto me permite no sólo escribir desde lo personal −lo personal es político, decimos por ahí−, sino también ejemplificar mucho de lo que escribiremos sobre la necesidad de llevar la infancia a la adultez a través del juego infantil para seguir fortaleciendo los procesos de co-protagonismo de la niñez.


Para ello, comienzo situando el papel de las personas adultas dentro de los procesos de co-protagonismo de la niñez en los países del sur global. Una vez situado esto, exploro las fronteras y relaciones de poder que se dan entre “lo niño” y “lo adulto”, para así dar paso a las diversas formas, significados y nociones de la infancia y las nuevas perspectiva y significaciones que se le han asignado desde una mirada antiadultista. Por último, a partir de algunas reflexiones que surgen del acompañamiento a organizaciones de mujeres adultas, propongo acercarnos al juego infantil como una estrategia que puede dotar de infancia a la adultez y, en consecuencia, fortalecer los procesos de co-protagonismo de la niñez.

Llevar la infancia a la adultez sí, pero también a los textos que escribimos
sobre la niñez. En un intento de transversalizar esta propuesta y llevar la
infancia más allá de una etapa cronológica, en esta ocasión nos permitimos salirnos un poco de los bordes de las páginas y (un poco) de las formalidades. Desde una mirada curiosa, alegre y creativa a lo largo del texto se encuentran algunas sugerencias de acciones o actividades que permiten interactuar con el texto, sin que esto haga que se pierda el sustento de las reflexiones que se exponen. Leemos, analizamos y reflexionamos mientras jugamos, imaginamos y recordamos.

Es muy probable que varias personas adultas hayamos vinculado el protagonismo con situaciones en las que una sola persona tiene toda la atención e importancia. En este caso, un niño muy juguetón, liderando el juego que todas y todos siguen entusiasmados; o tal vez un niño latoso o chinchoso. Posiblemente, vino a nuestra cabeza una niña recibiendo toda la atención de sus padres al ser fotografiada en un festival escolar o, por el contrario, pensamos en una niña con voz chillona, cantando a todo pulmón, gustosa de ser el centro de la atención.2 Como apunta Cussiánovich (2010), el significado de protagonismo ha estado muy ligado al lenguaje cinematográfico donde los papeles protagónicos de los rodajes toman relevancia, sin embargo, no es este el significado que los sectores populares latinoamericanos de las décadas de los sesenta y setenta evocaban cuando hablaban del desarrollo del protagonismo en la colocación de sus propuestas políticas (pp. 117-119).


El protagonismo se ha referido, desde la práctica −y ahora desde las distintas voces que tratan de comprender, teorizar y conceptualizar este horizonte−, a la actoría política y a la lucha autónoma de las clases populares dentro de sus procesos de emancipación (Cussiánovich, 2010). Este discurso se comenzó a usar en la práctica por personas con cierta trayectoria sindical y política dentro de los movimientos sociales de Sudamérica3 y es hasta mucho tiempo después que el ámbito intelectual empieza a tratar de conceptualizar y teorizar al respecto. Actualmente en América Latina, el protagonismo ya como categoría, sigue siendo un concepto en construcción (Cussiánovich, 2010).


El concepto de protagonismo, apunta Liebel (2019), a diferencia de conceptos como el de agencia o agency que surgen en y para los fenómenos sociales occidentales, ha respondido de mejor forma al contexto y las realidades de los movimientos sociales que se dan en el sur global, ya que reconoce desde una mirada de-colonial, los múltiples sistemas de opresión que se viven día a día en nuestros territorios, así como la historia de lucha, de resistencias y de emancipación de los pueblos del Abya Yala.
En ese sentido, es en las organizaciones de niños y niñas trabajadoras (NATS) de los países del sur global donde el discurso se retoma y se comienza a usar con más fuerza para hablar sobre el protagonismo de la niñez en particular. Es decir, para hablar sobre las formas propias de participación política y social, autoorganizadas y vinculadas a sus circunstancias de vida, que van más allá de aquellos patrones de participación derminados desde el paradigma de la protección −que permanece en la Convención sobre los Derechos del Niño4− y de las restricciones paternalistas que pone el mundo adulto (Liebel, 2019; Cussiánovich, 2010), incluso dentro de las organizaciones sociales populares.

Por ello, es que, en los espacios de participación infantil, de forma crítica ante estas circunstancias, donde se acuña el neologismo de coprotagonismo de la niñez , en el cual el mundo adulto tiene un papel importante −más no principal− para acompañar, como aliados y colaboradores, la conformación y puesta en marcha de las estructuras, normas, ideas, demandas y formas de acción social y política que surgen de la situación y vida propia de la niñez organizada (Liebel 2006; 2019).

Así, la interdependencia generacional (Cussiánovich, 2010), en este caso, se vuelve fundamental para la demanda de los derechos y la participación social de la niñez en un mundo que continúa siendo adultista, machista y colonialista. Sin embargo, estas acciones requieren de adultos y adultas que, al igual que las y los niños trabajadores, puedan aprender a ser (co)protagonistas. Para poder ponernos a disposición de la niñez, tanto en lo personal como lo colectivo, debemos comenzar a auspiciar y perseguir cambios fundamentales en la estructura de poder de la sociedad y de las relaciones adulto-niño (Liebel, 2019) que permitan desmantelar el adultocentrismo y saldar la deuda histórica que tenemos con la niñez.

Así entonces, el co-protagonismo social y político de la niñez nos llama a cuestionar el adulto(centrismo) que llevamos dentro para poder caminar hacia la construcción de nuevas formas de relaciones sociales intergeneracionales. (Magistris et al., 2019).

Te levantas. Tomas café. Si te da tiempo, agarras un pan o desayunas algo en la calle. Ocho horas (o más) de trabajo. Las cuentas no se pagan solas. Las pocas energías que quedan las distribuyes entre las tareas del hogar, les hijes o las mascotas (si es que tienes y alcanzas a verlos antes de que duerman) y…¿algún hobby? Ya no hay tiempo para eso. Llega el fin de semana. A veces, sales y te diviertes. Tienes que regresar temprano a casa para descansar. “Recuperas” fuerzas y todo comienza de nuevo.

La hamsterización de lo humano, dicen Skliar y Brailovsky (2021), se da en medio de un escenario de aceleración que tiene como objetivo un estado de lucidez permanente que no pierde tiempo en acciones que no sean útiles para la productividad y el consumismo. El capitalismo, que usa la aceleración como mecanismo para cumplir sus necesidades (Concheiro, 2017) y lograr así su reproducción, ha hecho que el adulto no pueda disponer de su tiempo de forma libre, ni siquiera para parar un segundo a descansar, desde que entró vorazmente al mercado laboral. Esta persona que alguna vez fue pequeña, pero casi no lo recuerda− busca posicionarse como la más fuerte, la más racional, la más productiva, independiente y madura; es decir, como una persona adulta. Y por consiguiente, se diferencia constantemente de aquello que se atribuye como irracional, dependiente, improductivo e inmaduro, como lo es la infancia (Liebel, 2018). Estas fronteras que separan a la adultez de la infancia (Skliar y Brailovsky, 2021), además de ser capitalistas, son adultocéntricas.

Para caracterizar este tipo de fronteras es importante mencionar que el adultocentrismo toma la edad como categoría social para determinar estereotipos generacionales, así como derechos y deberes, que se asignan arbitrariamente a las personas en función de su edad (Pavez, 2012). En este caso, las representaciones sociales sobre lo que es “ser adulto” y “ser niño” se co-construyen a partir de las normativas socialmente impuestas (Magistris et al., 2019). Por ello, el adulto, con un rol muy marcado en la vida social, busca diferenciarse y desapegarse constantemente de su otro opuesto: el niño. No obstante, es importante señalar que el adultocentrismo, no es solamente una relación social basada en la diferencia etaria o en la centralidad de lo adulto, sino también, una relación asimétrica que reproduce autoritarismo y desigualdad entre las generaciones. Estas asimetrías se dan a partir de imaginarios sociales según la edad de las personas, lo que permite su reproducción material y simbólica. (Magistris et al., 2019, pp. 24-25) Así, podemos decir que el adultocentrismo es “una estructura socio-política y económica, donde el control lo toman y ejercen lxs adultxs, mientras que la niñez, adolescencia y juventud son sometidas a un lugar subordinado y de opresión” (Magistris et al., 2019, pp. 25-26). En este contexto, las personas adultas tendremos que de-construir estas representaciones sociales para disminuir la asimetría y las relaciones de poder que existen entre el mundo adulto y el mundo infantil. Entre los varios caminos que tenemos para esto, uno de ellos resulta en comenzar a recordar o experimentar, por vez primera, nuestra infancia.

Re-conocer nuestra infancia y adoptar otras perspectivas

Una estrella brillante, un espiral multicolor. De fondo se escuchan
canciones infantiles o alguna que legustaba mucho a nuestras madres. Bulla, gritos, cantos, risas; nuestras hermanas, nuestros amiguitxs del colegio. Puede ser que el recuerdo sea difuso, borroso y lejano, tal vez no tan brillante o no tan estruendoso. Lo cierto es que cualquiera que sea este recuerdo se siente lejano, de una etapa de la vida en la que ya no nos encontramos o de un recuerdo que atesoramos con cariño y nostalgia. Lo bueno, o tal vez no tanto, es que muchas personas adultas sentimos algo similar.

La noción que tenemos de nosotrxs como niñxs, de nuestra infancia o de la(s) infancia(s) en general, está íntimamente relacionada a las diversas significaciones histórico- sociales que se han construido alrededor de esta palabra, por nombrarla de una sola forma. La infancia, en tanto significante, es polisémica y unívoca, y se ha estudiado y definido desde distintas disciplinas, autores y momentos históricos. No obstante, el
consenso general es que la infancia (como noción, fenómeno o significante) surge con el desarrollo de la modernidad (Alcubierre, 2018) y se afirma más claramente en la industrialización y las relaciones sociales capitalistas (Sepúlveda-Kattan, 2021). En ese sentido, se puede decir que las concepciones que le hemos asignado a la infancia se vinculan a las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales en un tiempo histórico determinado y han estado siempre definidas desde la mirada de las personas adultas (Minnicelli, 2013; Alcubierre, 2018).

Sobre esta misma línea, la distinción niñez-infancia también tienen un propósito de separar la época cronológica (niñez) del modo de estar en el mundo (infancia), para poder abrir la posibilidad de que las personas adultas sean capaces de regresar a la infancia, pues si las entendiéramos como sinónimos esto sería imposible (Skliar y Brailovsky, 2021). Una vez aclarada esta distinción, toca reconocer que, para llevar la infancia a la adultez, hay que entenderla como el único tiempo no-capitalista que la niñez y la humanidad pudiera habitar. Comprende pues abrir la posibilidad para sorprenderse, fuera de la habitual monotonía y el esfuerzo agotador de nuestro yo hamsterizado, y reivindicar la inmadurez existencia y creativa (Skliar y Brailovsky, 2021). Es retomar la mirada Freiriana, de que “lo infantil” nos remite a entender y vivir tanto desde la curiosidad, inquietud y gusto por preguntar, sin tener miedo a soñar ni a abrir una multiplicidad de posibilidades inéditas, como desde la forma más afirmativa de libertad en tanto creación colectiva (Morales, en prensa).

La perspectiva niña plantea con claridad lo anterior. Esta perspectiva, busca que personas adultas antiadultistas interpreten la realidad e intervenga en ella con “una actitud centrada en la curiosidad, en la alegría, en el gusto por la pregunta, en la inquietud, en el deseo de saber, crear y transformar” (Morales, en prensa, p 7). A su vez, les insta a alejarse de las representaciones que ligan a la infancia con lo pequeño o con menos valor. Esto permitirá transformar “nuestra racionalidad (adulta) incorporando la sensibilidad, creatividad y afectividad infantil, de modo que podamos fecundar cuerpo y mente, razón y relación, pensamiento y sentimiento, afectividad y efectividad.” (Morales, en prensa, pp. 8).

Por otro lado, dice Morales (en prensa), resulta indispensable que las infancias latinoamericanas puedan posicionarse como voceras de sus propios intereses, reivindicaciones y demandas propias ante la sociedad (adulta) y la institucionalidad estatal. Para ello, como ya lo hemos dicho anteriormente, es necesario que asumamos que las niñeces en general, y las de sectores populares en particular, son sujetos sociales y políticos capaces de decidir, cuestionar, soñar y actuar como lo hacemos las personas adultas, sólo que en modo distinto (Morales y Magistris, 2018).

Buscar mantener viva nuestra infancia en la adultez que vivimos (Morales, en prensa), nos permitirá alejarnos de los tiempos y concepciones adultas, nos dotará de infancia y con ello un entendimiento más horizontal y menos asimétrico entre lo adulto y lo niño, sin que esto implique la apropiación (y colonización) de sus espacios y sus voces. Se trata más bien de una rebelión, conjunta y creativa, que nos permita (des)aprender para co-construir otros paradigmas que permitan el co-protagonismo de la niñez.

Además de lo que ya planteamos en los párrafos anteriores, ¿Cuáles serían esas acciones que nos llevarán hacia una perspectiva niña e infantil? La oportunidad de abrirnos al juego puede ser uno de los tantos caminos que lxs adultxs no sólo podemos, sino que debemos, explorar.

Darle infancia a la adultez a través del juego infantil

a racionalidad, la concepción cuadrada y moral de lo que está bien o mal,
además de todas las opresiones y desigualdades que nos atraviesan día a
día, nos alejan de la posibilidad de parar un instante, de respirar un segundo. Parece que el tiempo y mirada adulta nos ha arrebatado la creatividad. Que difícil, e incluso absurdo, es pensar en poder pisar las nubes y rebotar alegremente entre unas y otras. Más allá de lo físicamente imposible que esto resulta, tiene que ver con los pocos instantes que tenemos para permitirnos jugar y soñar. Por eso se vuelve apremiante ver el juego como una posibilidad de llevar la infancia a la adultez.

Se habla mucho sobre la importancia sustancial que tiene el juego en el desarrollo de las personas, en particular durante su primera infancia: al ser la forma en la que el niño interactúa con su entorno, “se considera al juego como una actividad indispensable para la constitución subjetiva, ya que contribuye de manera relevante al desarrollo psicomotor, intelectual, afectivo y social de niños y niñas” (Larrabure y Paolicch, 2018).Por otro lado, desde una mirada capitalista, consumista y definitivamente adultista, se piensa el juego como sinónimo de entretenimiento, advierten Skliar y Brailovsky (2021) “es un gesto casi automático que los adultos ejercen ante los niños como si hubiera que rescatarlos, en todo momento y a toda prisa, de cualquier momento a solas con ellos mismos” (pp. 4). Esta situación les coloca como objetos y sujetos de la industria publicitaria, de entretenimiento y de tecnologías, con la intención única de maximizar sus ganancias (Skliar y Brailovsky, 2021). Asimismo, la carga negativa que se le da al juego asociado al tiempo de ocio ha cerrado cualquier posibilidad de incorporarlo en la vida adulta, pues se lo relaciona a un tiempo poco útil e improductivo.

Dicho esto, planteo mirar el juego infantil −entendido este como el juego que le pertenece a la infancia, o más bien que emana de ella− como una oportunidad de llevar la infancia a la vida adulta. Esta invitación, se plantea únicamente como unas primeras e incipientes reflexiones (personales y profesionales) que surgen de mi experiencia acompañando a diversas colectividades de mujeres, particularmente, dentro de espacios de fortalecimiento y formación de capacidades, conocimientos y saberes sobre participación ciudadana, transparencia y rendición de cuentas.

En estos espacios, hemos dudado, pensado, aplicado, probado y fortalecido nuestras estrategias de juego. Es decir, hemos pasado de dudar si las compañeras “iban a querer jugar y de tener cuidado de “no infantilizarlas”, a aplicar el juego como un momento únicamente de distracción, hasta llegar a utilizarlo como un instrumento lúdico y como una herramienta de aprendizaje. Actualmente, como parte de estas mismas reflexiones, me doy cuenta de que, sin tenerlo consciente (ni sistematizado metodológicamente), el juego ha sido una estrategia para generar un ambiente divertido, amable, amoroso y cuidado, además de propiciar el fortalecimiento de las relaciones interpersonales que se dan entre las mujeres. Así, el juego se posiciona como un aliado potencial en la conformación de procesos organizativos que vinculan diversas organizaciones de base. Asimismo, observo cómo −aún de manera inconsciente y posiblemente, desde una mirada lejana a la infancia− las percepciones que han surgido de las propias compañeras denotan una sensación favorable respecto a los juegos y los espacios lúdicos que hemos planteado en estos espacios.

Sin embargo, con todo lo escrito hasta este momento, también queda claro que si las personas adultas jugamos por jugar no obtenemos como resultado inmediato o como una relación directa, una de-construcción adultista, ni mucho menos una perspectiva niña.

En ese sentido, me permito comenzar a hacer tres anotaciones que puedan ayudar(me) a conceptualizar, sistematizar y aterrizar estas potencialidades:

  • Siguiendo la lógica de la pedagogía niña (Morales, en prensa), relacionada con que las personas adultas antiadultistas (y aquellas en proceso de des-adultizarse) podamos reconocer y disfrutar de la infancia dentro de nuestras vidas adultas en tanto aprendamos, a través del juego, a conectar con el tiempo infantil, la curiosidad, la diversión no racional, emocional y espontánea. Al valorar el juego en sí mismo como una “experiencia de placer, de diversión de interrelación gozosa y agradable, liberada y liberadora de toda preocupación” (Cussiánovich, 2010, pp.457), nos impulsará a quitarnos los marcos adultistas para disfrutar y vivir el presente. Se trata de accionar el juego infantil en todos los espacios que ocupamos y en todas las trincheras en las que actuamos, sin pena y sin miedo.

  • Mirar en el juego infantil la potencialidad que tiene para construir colectividad e identidad en los procesos organizativos populares y de base. Con esto nos referimos a ir más allá de una serie de actos lúdicos, que muchas veces no responden a los contexto culturales, sociales y políticos de las personas. Con esto me refiero a que, como menciona Cussiánovich (2010), asumamos el juego como una experiencia de interrelacionamiento e interacción, que tiene efecto en la constitución de identidad en tanto se configura como un espacio para encontrarse, intercambiar historias personales y grupales al momento de jugar juntxs (pp.468). Divertirnos como la oportunidad, como el instante, de ir construyendo una identidad social y personal por la que seamos reconocidos colectivamente. Con ello, podremos visualizar una cultura de valoración social y política del juego en la vida de las organizaciones sociales populares y particularmente, en aquellas encaminadas a la construcción de co-protagonismo (Cussiánovich, 2010) que incluye a las personas adultas.

  • Llevar la infancia a la adultez a través del juego es una forma concreta de disminuir las asimetrías que el adultocentrismo produce y reproduce en nuestras sociedades. Infantilizar nuestra adultez al parar un poco y disfrutar el tiempo infantil, al reencontrarnos con nuestra infancia o al permitirnos vivirla por vez primera, desde el asombro, la curiosidad, la afectividad y la intensidad del presente es un acto político indispensable para poder conectar y entender mejor
    a las niñeces. Así seremos personas adultas antidultistas capaces de entender sus formas de comunicación, sus emociones y afectos, sus necesidades, sus demandas, sus apuestas políticas y sus acciones.

Así, el juego infantil en los espacios sociales y políticos de las personas adultas, se va vislumbrando como una posibilidad de recuperar la infancia, de traerla a nuestras adultez, como una apuesta política en la cual los procesos antiaudltistas se pueden construir desde los diversos espacios en los que accionamos, ya sean en las colaboraciones con lxs NATs, dentro de las escuelas, en la instituciones gubernamentales, en las OSC que trabajan con adultas, en nuestra familia, en el parque, en la casa, en la vida misma. Llevar la infancia a la adultez a través del juego infantil nos permitirá ser una comunidad adulta capaz de comunicarnos con la niñez, capaz de acompañarles y de tener el privilegio de ser nombrados co-protagonistas.

Referencias

Alcubierre, B. (2018) “De la historia de la infancia a la historia del niño como representación,” in L.L.

Comp (ed.) La historia de las infancias en América Latina. Buenos aires, Argentina: UNCPBA, pp. 15–31.Concheiro, L. (2017) Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante. Madrid: Anagrama.

Cussiánovich, A. (2010) Ensayos sobre Infancia II: Sujeto de derechos y Protagonista. Lima, Perú: Ifejant.

Cussiánovich, A. (2010) Aprender la condición humana: Ensayo Sobre Pedagogía de la ternura. Lima, Perú: Ifejant.

Cussiánovich, A. (2019) “Prólogo,” en M. Liebel. Infancias dignas, o cómo descolonizarse. Lima, Perú: IFEJANT, pp. 7–10.

Duarte, C. (2015) El adultocentrismo como paradigma y sistema de dominio: análisis de la reproducción de imaginarios en la investigación social chilena sobre lo juvenil. thesis. Universidad Autònoma de Barcelona.

Larrabure, M.P. and Paolicch, G. (2018) “LA FUNCIÓN DEL JUEGO EN LA INFANCIA Y LAS CONCEPCIONES DE MADRES, PADRES Y DOCENTES SOBRE SU INCIDENCIA EN EL DESARROLLO INFANTIL,” Anuario de Investigaciones, XXV, pp. 363-374.

Liebel, M. (2006) “Los movimientos de los niños y niñas trabajadores. Un enfoque desde la sociología,” Política y Sociedad, pp. 105–123.

Liebel, M. (2019) Infancias Dignas, o cómo descolonizarse. Lima, Perú: IFEJANT.

Liebel, Manfred (2018). Colonialismo y la colonización de las infancias a la luz de la teoría poscolonial, en Morales, Santiago y Magistris, Gabriela (comp.) Niñez en movimiento. Del adultocentrismo a la emancipación. Buenos Aires: Editoriales Chirimbote, El Colectivo y Ternura Revelde.

Larrabure, M.P. and Paolicch, G. (2018) “LA FUNCIÓN DEL JUEGO EN LA INFANCIA Y LAS CONCEPCIONES DE MADRES, PADRES Y DOCENTES SOBRE SU INCIDENCIA EN EL DESARROLLO INFANTIL,” Anuario de Investigaciones, XXV, pp. 363-374.

Liebel, M. (2006) “Los movimientos de los niños y niñas trabajadores. Un enfoque desde la sociología,” Política y Sociedad, pp. 105–123.

Liebel, M. (2019) Infancias Dignas, o cómo descolonizarse. Lima, Perú: IFEJANT.

Liebel, Manfred (2018). Colonialismo y la colonización de las infancias a la luz de la teoría poscolonial, en Morales, Santiago y Magistris, Gabriela (comp.) Niñez en movimiento. Del adultocentrismo a la emancipación. Buenos Aires: Editoriales Chirimbote, El Colectivo y Ternura Revelde.

Magistris, G. et al. (2019) “Hacia un paradigma otro: Niñxs como sujetos políticos co-protagonistas de la transformación social,” en Niñez en movimiento. Deladultocentrismo a la emancipación. Buenos Aires: Editorial Chirimbote, pp. 23–47.

Marton, E. and Sofo, G. (2022) Manual para (des)educar a los grandes”. Traducido por E. Olvera. Ciudad de México, México: Alboroto ediciones S.A. de C.V. Minnicelli, M. (2013) “¿Qué es «eso» llamado infancia?,” Letra Urbana. Al borde del olvido.

Morales, S. (en prensa). Por una perspectiva niña. Paulo Freire y la necesidad de provocar pensamientos emancipatorios de y desde las infancias latinoamericanas.

Segundo Premio del Concurso de ensayos sobre las infancias americanas: “Paulo Freire a 100 años de su Nacimiento” organizado por Instituto Interamericano del Niño, la Niña y Adolescentes de la OEA, Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación, Organización Mundial para la Educación Preescolar y FLACSO – Programa Uruguay.

Pavez, I. (2012) “Sociología de la infancia: las niñas y niños como actores sociales,” Revista Sociología, pp. 81–102.

Sepúlveda-Kattan, N. (2021) “Sociología de la infancia y América Latina como su lugar de enunciación,” Iconostasio. revista de Ciencias Sociales, pp. 133–150.

Skliar, C. y Brailovsky, D. (2021) “Dar Infancia a la Niñez. Notas para una política y poética del tiempo,” Childhood & philosophy, 17, pp. 01–21.

Soto-Lafoy, S. (2022) Nociones críticas del enfoque de derechos en la Niñez, La Otra https://www.redalyc.org/journal/509/50966705008/html/

Skliar, C. y Brailovsky, D. (2021) “Dar Infancia a la Niñez. Notas para una política y poética del tiempo,” Childhood & philosophy, 17, pp. 01–21.

Soto-Lafoy, S. (2022) Nociones críticas del enfoque de derechos en la Niñez, La Otra Educación. Disponible en:

Soto-Lafoy, S. y Sepúlveda Kattan, N. (2021) “Hacia una crítica marxista de los derechos de niños, niñas, niñes y adolescentes,” Posiciones. Revista de Debate Estratégico, 15 de marzo de 2021. Disponible en: https://www.revistaposiciones.cl/2021/03/15/hacia-una-critica-marxista-de-los-derechos-de-ninos-ninas-nines-y-adolescentes/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *