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Violencia adultista hacia las y los estudiantes secundarias/os movilizadas/os

 Por Sebastián Soto-Lafoy

Durante los días 6 y 7 de enero, en el contexto del estallido social actual, los estudiantes secundarios realizaron acciones de protesta en todo el país para impedir la realización de la Prueba de Selección Universitaria (PSU), instrumento de evaluación segregador y excluyente, que ha servido para legitimar por décadas las desigualdades sociales, tanto económicas como educativas, de miles de jóvenes cada año.

Ahora bien, más allá de la PSU y la cuestión educativa, son realmente preocupantes las respuestas desde el mundo adulto hacia las/os estudiantes secundarias/os que participaron de este llamado a boicot, las cuales se pueden evidenciar en tres ámbitos: violencia física y verbal por parte de apoderadas / os hacia las y los adolescentes en los momentos de protesta, fuera de los colegios y liceos; violencia institucional por parte del gobierno anunciando la aplicación de la Ley de Seguridad del Estado, presentación de 16 querellas y la inhabilitación de 86 estudiantes para rendir la PSU el presente año incluidas/os las / os voceras / os de la ACES–; y violencia simbólica [1]la cual se materializa en afirmaciones de diversa índole, como por ejemplo, Eduardo Silva (rector de la Universidad Alberto Hurtado) quién puede que la ACES “es un grupo de estudiantes que no está a la altura del país” [2] , o incluso , en el ámbito periodístico con la columna reciente [3] de Daniel Matamala quien, de manera bastante burda y despectiva, reniega la capacidad de acción colectiva de las/os secundarias/os, su independencia política, y el hecho de que desde el 2011 vienen planteando a través de la “Propuesta para la Educación que Queremos” [4]la eliminación de la PSU, demanda que desde las autoridades políticas y educativas (adultas) no ha sido escuchada. O la periodista Monserrat Álvarez quien, sin ir más lejos, criminaliza el accionar de las/os secundarias/os comparándolo con métodos propios de una dictadura.

En definitiva, ¿es razonable que adultas/os de unos 40-50 años agredan física y verbalmente a estudiantes menores de edad? ¿En qué momento se volvió una acción justificable este tipo de amedrentamientos, afuera/adentro de un establecimiento educativo, de parte de personas que, supuestamente, deberían cumplir un rol en la sociedad de cuidado, protección y orientación con los niños, niñas y adolescentes? Respecto al accionar de las autoridades políticas y académicas, el discurso que han desplegado ha sido en tres aspectos evidentes: vigilar, castigar y criminalizar. En ningún momento han planteado algún tipo de autocrítica sobre el tema de fondo: las políticas educativas que discriminan y segregan por estrato socio-económico en el acceso a la educación superior, cuestión que el movimiento estudiantil denuncia y demanda hace 9 años y no ha obtenido una respuesta real y concreta que apunte a un sistema de admisión más justo e inclusivo. Por tanto, las autoridades, frente a un contexto de estallido social y ante una demanda que se acarrea desde la revolución pingüina del 2006, ¿qué esperaban? ¿no es la forma? ¿y  cuál sería la forma “correcta”? [5]

Cabe esclarecer que la discusión que propongo no es de carácter moral (lo bueno y lo malo), sino que ética y política. Y en ese sentido, lo que se pone en juego en esta problemática tiene que ver con el modo de relación entre el mundo adulto y el adolescente o, dicho en otras palabras, el problema de las relaciones intergeneracionales. Dichas relaciones se enmarcan en un sistema adultocéntrico[6] (político, social, histórico y cultural), el cual, en pocas palabras, es un sistema de opresión en el que, a través de una construcción jerárquica de la sociedad basada en el rango etario, las/os adultas/os son el centro y modelo de la sociedad, moldeando la realidad a partir de sus ideas, percepciones e imaginarios. Por tanto, los y las “menores de edad” simplemente deben acatar sus órdenes y mandatos.  En cuanto al adultismo, siguiendo los planteamientos de Alexgaias[7], es una forma de discriminación basada en la edad (en esta ocasión, contra sujetos menores de 18 años), y que se puede ver en distintos ámbitos de la vida cotidiana, especialmente en el ámbito familiar y educativo: negar la elección de determinada vestimenta, negar el hablar o preguntar sobre sexualidad, política o religión por una supuesta “inmadurez”, legitimar el castigo físico como método de crianza, obligar a actuar o pensar de una determinada manera, y negar cualquier tipo de derecho, por el solo hecho de ser “menor de edad”. En resumen, el adultocentrismo es la hegemonía sociocultural del imaginario adulto, y el adultismo, es la manera que se pone en práctica (conductas, actitudes, prácticas, lógicas, etc.)

Dicho lo anterior, esta violencia es adultocéntrica, es decir, responde a lógicas y prácticas en las cuales los adultos ningunean, minimizan, criminalizan y niegan las demandas de estudiantes secundarias/os. Es violencia adultista, porque responde a una hegemonía sociocultural en la que las/os adultas/os son el modelo de la sociedad, y las/os “menores de edad”, simplemente deben acatar sus mandatos. Por eso a las autoridades políticas y académicas les incomodan las protestas de las/os secundarias/os, porque tensiona la estructura, la razón, el poder y hegemonía adultocéntrica.

En conclusión, es de fundamental importancia no ser cómplices frente a esta violencia adultista, denunciar y cuestionar los discursos hegemónicos que discriminan a las/os estudiantes secundarias/os, por el solo hecho de ser menores de edad y, nunca olvidar, que si no fuera por aquellas/os secundarias/os que saltaron el torniquete e hicieron el llamado a evadir el metro en octubre, hoy en día, seguiríamos en la normalidad que nos tenían acostumbrados y acostumbradas.

*Psicólogo UNAB, Cursando Maestría en Psicoanálisis (Universidad de Buenos Aires).


[1] La violencia simbólica se puede expresar a través del lenguaje, el cual sitúa a niños/as y adolescentes, en tanto grupo social en un lugar de subordinación (social, cultural y/o política) frente a otro adulto.

[2]Revisar en:  https://www.soychile.cl/Santiago/Sociedad/2020/01/10/633969/Rector-UAH-por-ingreso-sin-PSU-ofrecido-a-vocero-de-la-Aces-esperaba-que-no-fuera-cierto-pero-me-parece-una-irresponsabilidad.aspx.

[3] Revisar en: https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/no-fue-boicot/970697/

[4] Revisar en: http://www.opech.cl/comunicaciones/2012/05/aces_final.pdf

[5] Para ahondar en la reflexión sobre la consigna de “no es la forma”, recomiendo leer la columna de integrantes de La Otra Educación: https://laotraeducacion.cl/la-revolucion-de-ninos-ninas-y-adolescentes-el-chispazo-contra-el-adultocentrismo-neoliberal/.

[6] Alexanthropos Alexgaias (adolescente de 17 años) en su texto “EL Manifiesto antiadultista”.

[7] Ibíd.