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Desafíos de la Educación Popular hoy

Por Eusebio Nájera Martínez

Educador social, Magister en Educación

Quisiera primero exponer algunos pensamientos sobre el contexto actual, oscurantista, donde campea la instalación de la “conciencia mágica” identificada por Paulo Freire y el despliegue de “escuelas productoras de ignorancia” como denomina el pensador Jean Carles Michea a los sistemas escolares actuales.

Una epoca que según el Byun-Chul Han, nos arroja a vivir como “turistas de camisas hawaianas” en un imaginario ideológico de globalización, revolución tecnológica y mutación antropológica. Es el mito capitalista de la calidad de vida feliz.

Esto contrasta con fenomenos de gran magnitud como, entre otros, el aumento de la pobreza, el crecimiento de la violencia política, la destrucción del medio ambiente, las crisis económicas que conllevan a acontencimientos migratorios significativos, la destrucción de las colectividades y la anulación de los gobiernos locales, la colonización de la vida cotidiana por la ideología de la codicia y el individualismo.

En este contexto, la escuela que hemos conocido hasta ahora, ha clausurado la promesa de “pasar la herencia cultural del poder instituyente” a las nuevas generaciones y ofrece a cambio la ideología de la inclusión al mito capitalista, mediante el perfilamiento de personas-clientes y/o personas-desechables.

Entonces, de qué hablamos cuando nos referimos a la educación popular?

El paso del tiempo nos ha permitido constatar cómo una propuesta tan radical cómo lo es la educación pública, anunciada por los movimientos independistas del siglo XVIII y XIX, se ha  convertido en una mera “educación para pobres”, hoy neohigienista y neofilantrópica. Es decir, en una mera “politica social”, hoy dirigida a “sectores vulnerables” como reza el decálogo economicista o al decir de Bauman, sólo, “daños colaterales”.

Contrasta para nuestra reflexión, las posturas de dos educadores latinoamericanos que piensan una educación ciudadana y popular.

Primero, el ilustrado maestro Simón Rodriguez que a principios del siglo XIX, iguala la educación popular como “educación general”, es decir educación de todos y para todos. Esta igualdad deviene de pensar que todos los habitantes originarios de nuestras tierras, son protagonistas de su destino y la tarea es “Inventar el continente americano”, sin copias y sin desigualdades sociales. El “maestro loco” como fué llamado por las élites de la época, plantea construir escuelas insertas en y desde la vida popular, para formar la cultura ciudadana que permita al pueblo, gobernar America. Era lógico que fuera perseguido y marginado por su visión educativa.

Segundo, el Paulo Freire de mediados del siglo XX, que diagnostica el fracaso de la educación latinoamericana dependiente y productora de desigualdades y, la necesidad de construir una educación popular dialógica, liberadora, y por tal, colectiva. El sólo hecho de la actual persecución de sus ideas, manifiesta al igual que el maestro loco, la importancia de sus radicales propuestas.

Entonces, quiénes quieran proyectar si es que eso es posible en las próximas décadas, una educación popular de protagonismo social ciudadano  tiene que despojarse de su conciencia mágica, cuestionar la naturalización de la educación que se nos impone, resistir la “poquedad pedagógica” que se viraliza en el sistema escolar, visibilizar la educación social en las comunidades, organizaciones, movimientos y redes y, plantearse algunas tareas que visualicen un camino de construcción colectiva de una educación de todos/as y para todos/as. A saber, y sin ser exclusivo, se trata de:

Reconocer el valor de la experiencia social y sus formas de conocimiento y proyectos. En este sentido, hemos significado la experiencia de lo que llamamos “escuelas sociales para un mejor vivir” desplegadas en los territorios populares por miles de jóvenes y/o mujeres que intencionan acciones sociales y culturales que permiten aquilatar las contradicciones que vivimos y al mismo tiempo avizorar indicios para un otro mundo posible. El mejor vivir acuña la idea de que nos debemos el derecho a pensar cómo “queremos vivir” y no aceptar acriticamente lo que hoy vivimos y declaramos como “ser felices”.

Enfrentar la ideología del mejoramiento de la calidad de la escuela neoliberal, anclada en un estado subsidiario y mercantil,  productora de ignorancias, transmisora del individualismo y el egoísmo. Como nos propone Henry Giroux, desplegar una pedagogía de resistencia.

Construir espacios estratégicos que diseñen una Nueva Escuela Popular, formadora de los protagonistas de la ciudadanía del siglo XXI, abordando las alfabetizaciones necesarias: la ciudadana que viene cargada de desafíos más diversos y nuevos y, marcada por el protagonismo del feminismo; la ecológica que nos invita a recrear la cultura de relaciones con nosotros mismos y con lo que nos rodea y, por último, la alfabetización digital, que nos permitirá entender y tomar posición crítica en torno al nuevo mundo tecnológico que nos envuelve en lo cotidiano, lo político y lo laboral.

Por último, abordar con coraje, la conciencia  del rol de productor de conocimiento de los/as educadores/as.

Antonio Gramsci nos propone en su fragmento sobre “elementos de política” un desafío para la formación ciudadana contemporánea: ¿Se quiere que existan siempre gobernados y gobernantes o bien se quieren crear las condiciones para que desaparezca la necesidad de esta división?

Cada uno de estos caminos trata de un proyecto de educación popular diferente. El primer camino arroja en estos siglos el resultado de un fracaso rotundo. Seguir el segundo camino, nos permite asumir la reflexión de Simon Rodriguez, al decir lo impostergable que es, “inventar o errar”. No sigamos perdiendo el tiempo y desechando la esperanza de un pueblo que nunca ha sido considerado como sujeto instituyente de su vida social.

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